viernes, 1 de agosto de 2008

La otra cara de la moneda...

Hoy me siento triste. Hoy ha sido uno de esos días (uno de los muchos que ya habido, que habrá, y a los que ya puedo ir acostumbrándome) en que alguien se despide de Londres, y por lo tanto de mi. Y es duro.

Londres es una ciudad increíble, no puedo decir lo contrario. El ritmo al que se mueve es vertiginoso y todo lo que puedes descubrir, vivir, sentir aquí es algo que yo no sería capaz de expresar con palabras. Londres es cambio. Londres es movimiento y es velocidad. Y eso es precisamente lo que me atrae de esta ciudad. Pero esa incesante transformación, ese ir y venir de sensaciones, de gente, de lugares, de impresiones... que no dejan de sorprenderte cuando llegas, es precisamente lo que de repente se vuelve contra ti y te hace odiar todo eso.

Llegas a esta ciudad y todo es nuevo. Todo te
fascina. Cada día es un descubriento, ya sea de un lugar, de una persona, de un sabor, de un olor... y eso mantiene tu mente distraída. Apenas tienes tiempo para pensar en lo que has dejado atrás sin que te atropelle lo que tienes delante y por lo tanto lo que haces es dejarte llevar por la corriente sin pensar en nada. Pero aún así, cada vez que haces un nuevo descubrimiento, cada vez que te sientas al sol en un parque o ves algo divertido en la calle... cada vez que haces una de esas cosas que te gustan, no puedes evitar pensar en la gente con la que te gustaría compartirlas, y les echas de menos.

Entonces empiezas a conocer gente aquí, empiezas a compartir cosas con esas nuevas personas que ahora ocupan tu vida, y esa gente empieza formar
parte de "tu gente". Por supuesto no son tu familia, ni tus amigos de toda la vida, pero poco a poco vas cogiéndoles cariño y te apoyas en ellos para suplir la ausencia de todas aquellas personas a las que echas de menos. Pero de repente un día llega Londres y los echa fuera, como si alguien hubiera entrado por la otra puerta y estuviera empujando hasta que alguien sale disparado por el otro lado. Y así, poco a poco, van saliendo disparados todos esos nuevos amigos que habías hecho aquí.

El primero fue Igna y después Helena. En sus casos se hace menos difícil, primero porque los dos se fueron con un billete de vuelta pegado a la suela de su zapato, y segundo porque, si se diera el caso de que no volvieran, son españoles y sabes que el contacto siempre va a ser más sencillo. Pero hoy tuvimos las cervezas de despedida de Aaron, que se marcha la semana que viene. Aaron es de Nueva Zelanda, y dado que le surgió un problema familiar, de repente tiene que dejar Londres y volver a casa. Yo apenas le conozco... trabajamos en la misma oficina y simplemente compartimos las horas de la comida. No sé casi nada de él, pero Aaron es de esas personas que sabes que puedes contar c
on ellas. Ultimamente se había convertido en un gran apoyo para mí dentro de la oficina y sobre todo en mi principal fuente de sonrisas, y ahora que empezaba a conocerle mejor de repente ha sido escupido de la ciudad como todos los demás. Pero Aaron no lleva billete de vuelta, y él no se va a España, sino que se va a Nueva Zelanda. Esto me pone muy triste, me hace pensar que quizás no vuelva a verle nunca más, y lo peor de todo es asumir que eso es lo más probable.

Es duro, y es duro pensar que tienes que acostumbrarte a esto porque vas a tenerlo cada dos por tres. Yo llevo 4 meses y 3 despedidas, sin contar a mucha otra gente que se ha ido pero que no llegaron a ser tan cercanas. También hay que sumar la gente que ha estado en Londres "de paso", porque su vuelo hacía escala aquí, porque han venido a hacer un curso de inglés temporal o que simplemente han estado en Londres de vacaciones. Así, la lista de personas que echaba de menos se va haciendo cada vez más y más grande y el número de despedidas se va multiplicando.

Y es difícil acostumbrarse, por no decir imposible.
Supongo que se puede sobrevivir, intentando evitar pensar en ello, dejar a un lado estos pensamientos y mirar sólo hacia lo bueno de estar aquí. Pero creo que nunca se consigue apartarlos del todo. Sé que la morriña irá creciendo y poco a poco se irá comiendo todo lo demás hasta que Londres se agote por completo.

Supongo que llegará un día en que el frasco estará lleno y a punto de explotar. Supongo que ese será el día en que vuelva a casa. Como ellos.

Adios Aaron :(


5 comentarios:

Cinza dijo...

perdona que me cuale por aquí, he sacado un poco de tiempo libre par aintentar ponerme al día, ya ves, un domingo a las 10 de la mañana.. jeje

el caso es que por suerte o por desgracia no sé mucho de despedidas, pero sí de las teorías de Punset, sobre la manera de enfocar las cosas, que hacen que lo negro se vuelva blanco, y lo blanco negro.

El ritmo que se lleva en londres... buf, me da vértigo solo de pensarlo.. me parece muy valiente lo que has hecho, y me da envidia (de la buena) todo lo que vives, por eso te diría (y perdona el atrevimiento), que no lo veas como despedidas, sino como hasta luegos, que parece que no, pero nunca se sabe donde puedes conocer a alguien, que aún incluso con la distancia, cada día se va convirtiendo en más amigo, eso me lo han demostrado todos los que han tenido la suerte de compartir contigo aquel año en alemania.

Perdona por el rollo.... pero muchísimos ánimos!!!!!

Anónimo dijo...

Vengaaaa mujeeeeeer, no te deprimas.

La vida es así, si ya verás como irás conociendo gente igual de maravillosa (o más!!!!).

Llevas muy poco tiempo allí, ya verás como acabas conociendo gente asentada en la ciudad que no vuele tanto de acá para allá.

japogo dijo...

Arriba ese ánimo! C'est la vie. A veces no nos damos cuenta, pero no hay ni una sola cosa en este mundo que resulte ser eterna, lo efímero gana a cualquier spot publicitario que intente convencernos de lo contrario. Aún así, nos agarramos a lo presente.
Sentir tristeza por un motivo así es lógico y bueno, pero pasajero también. Pronto cambiarás ese pensamiento por todo lo positivo que ese amigo te aportó en el pasado y lo que el haberlo conocido te aportará en el futuro. Quédate con lo que has ganado viviéndolo y no llenes ese frasco con otra cosa que no sean sonrisas!Es el mejor equipaje de vuelta... Un abrazo.

Ignacio dijo...

Arriba ese ánimo, que por cada uno que se van llegan muchos nuevos. Esperate un poquito.... quien te ha dicho que no vas a ir a Nueva Zelanda!!! Ay alma de cántaro, estarás allí antes de lo que piensas. Ya verás. Ya.

Besos!

Anónimo dijo...

Y a mí me tienes allí en cuanto te descuides poligona mía!
Con lo que te echo yo de menos! Además podemos echar a uno de los chicos y así vivimos juntas! jajajajaja
O a la loca de Marianne! (Pero yo paso de su habitación!)

Muchos besitos y ánimo! A maromear!
Hele